Por Arturo M. Calvente
Finalizando ya la primera década del siglo XXI y a sabiendas del camino recorrido en materia de sustentabilidad durante los últimos 30 años, poco puede agregarse conceptualmente a lo ya expresado por organizaciones, institutos, profesionales, científicos y políticos de todo el mundo. Mucho se ha dicho, se ha discutido y se ha negado, pero por sobre todas las cosas mucho se ha trabajado para que esta disciplina se integre como un elemento central para la transformación de este sistema-mundo basado en el ciego desarrollo capitalista. Sistema que hasta el momento, solo ha demostrado ser espectacularmente eficaz para la generación de beneficios en materia económico-financiera y para fomentar un impresionante desarrollo tecnológico al cual alimenta para la consecución de su expansión ilimitada. Pero poco ha hecho por desarrollar otras dimensiones esenciales para el fortalecimiento del humano como ser y no como “cosa”.
Por ello, a esta altura de los hechos, hay algo que desde mi posición, académica y profesional, no estoy dispuesto a negociar, diga lo que se diga. Creo que se han agotado los argumentos tradicionales para defender lo indefendible al mejor estilo “panglossiano” (en alusión al personaje de Voltaire): la innegable realidad histórica del capitalismo, tal como está hoy estructurada, debe ser necesariamente transformada en una nueva realidad.
Pero esta nueva realidad histórica debe manifestarse no porque existan “externalidades negativas” producidas por la incesante explotación de la actividad económica en pos de la generación de riqueza. Esto no es una negociación entre “ecología” o “riqueza”. La historia no ha terminado. La nueva realidad debe conformarse desde el humano mismo, volviendo a sus raíces para convertirse nuevamente en aquel sujeto constituyente, en un sujeto libre para trasnformar la realidad.
El sistema capitalista actual también fue en sus orígenes una idea iluminista, una forma completamente renovada de pensar la realidad que lamentablemente con el tiempo y con el poder adquirido se fue degenerando, transmutando en una entidad comunicacional muy efectiva que “nos piensa”. Estamos sumergidos, asimilando la idea de Heidegger, en una “existencia inauténtica”. Un espacio existencial en el cual el hombre olvida al ser para consagrarse al dominio de las cosas. El hombre ha muerto como sujeto constituyente para convertirse en un sujeto constituido por las cosas. En una realidad que ya no puede dominar, el hombre, se siente completamente impotente. Los efectos de esta situación sobre la personalidad conducen al fenómeno de la alienación, un espacio donde la persona “se experimenta a sí misma como un extraño”, como nos sugiere Erich Fromm. Pero al mismo tiempo, como sabiamente argumentaba Sartre, el humano vive alienado porque antes fue libre, lo que hay que hacer es volver a conquistar esta libertad.
Por ello el humano, debe volver a “pensar” su realidad. Lo necesita en forma urgente como “fuente” para recuperar su sentido de pertenencia a este mundo al cual ha abandonado. No hay que temer a esto. Aunque muchos digan que es “anticapitalista” o “antieconómico”, no nos dejemos engañar y revisemos la historia. El propio pensamiento capitalista surgió de la misma forma, en algún momento de la historia el hombre medieval dijo “basta”, dudó y a partir de ello comenzó a pensar una nueva realidad.
La sustentabilidad, no como “método” para el capitalismo actual sino más bien como base para el “pensamiento” de un nuevo capitalismo, ya no puede negociarse. A esta altura de las circunstancias no podemos perder más tiempo en discusiones contrapuestas acerca de la veracidad o no de los efectos del cambio climático, de la agudización de la pobreza, del cierre de los “dividendos”, del aumento de la contaminación o si la cumbre de Copenhagen cumplió las expectativas y tantas otras cosas más.
Aquellos que formamos parte de la disciplina de la sustentabilidad lo debemos entender bien: esas discusiones ya no son necesarias como argumentos para darse cuenta de que nuestra verdadera misión es trabajar con el tejido social, con el humano mismo. Para que vuelva a recuperar el “permiso de dudar” y pueda cuestionar seriamente si este mundo, que se despliega ante nuestros ojos con tanta omnipotencia, es realmente el “mejor de los mundos posibles”.
Este sistema-mundo tendrá muchas cosas buenas, las disfrutamos mucho y seguramente persistirán, pero también es incuestionable que existen otras alternativas que nos acercan mucho más a lo que realmente pensamos como lo “mejor” y lo “posible”. Ese es el espacio donde debe trabajar necesariamente el “pensamiento sustentable” para conformar el sistema-mundo del siglo XXI que todos anhelamos como humanos.
No es casual que en los últimos años, esta situación haya promovido el surgimiento de verdaderas comunidades de pensamiento sustentable, que desde el tejido social mismo y no desde otro lado tal vez “más esperable”, hayan logrado a base de fuerza y trabajo desinteresado un espacio de reflexión y participación ciudadana que nos integre. Donde podamos encontrar lo que realmente estamos buscando.
He observado con mucho agrado el enorme trabajo que RedUnirse está realizando para contribuir a conformar la base de esta nueva realidad histórica, y sinceramente les estoy muy agradecido por invitarme a formar parte de esta editorial.
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