viernes, 7 de enero de 2011

La Universidad venezolana en una época de transición



Carlos Ruiz Bolívar. Profesor Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico de Barquisimeto. (UPEL-IPB)



INTRODUCCIÓN

La problemática de la educación superior, en el contexto de las exigencias que plantea la nueva realidad del siglo XXI, ha sido objeto de un amplio y reciente debate a nivel internacional, bajo la coordinación y auspicio de la UNESCO, cuyas ideas fundamentales han sido recogidas en la “Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción”, aprobada en la Conferencia Mundial sobre Educación Superior realizada en París (UNESCO, Octubre, 1998).

En este trabajo se analizan algunos de los problemas que confronta actualmente la universidad venezolana y examinan algunos escenarios probables sobre los cursos de acción que podría tomar dicha institución, a partir de la comprensión de la realidad actual y futura por parte del liderazgo universitario.

LA UNIVERSIDAD VENEZOLANA HOY

La universidad venezolana de finales del siglo XX y comienzo del XXI, enfrenta dos tipos de situaciones que están íntimamente relacionadas; en primer lugar, están los problemas internos tradicionales, asociados con la gobernabilidad institucional, la democratización del acceso a la universidad, el desempeño del profesorado, la calidad y pertinencia del egresado, el desarrollo de la investigación, la pertinencia de la extensión y la eficiencia administrativa. En segundo término, están un conjunto de factores externos que plantean nuevos retos a la universidad; ellos son: la globalización económica, la sociedad del conocimiento y la revolución de la información y la comunicación.

Los Problemas Tradicionales de la Universidad

La Gobernabilidad Universitaria

La gobernabilidad en la universidad puede ser entendida como la percepción que tiene el colectivo sobre la pertinencia y convergencia de las acciones y decisiones instrumentadas por los sectores de poder, legítimamente constituidos, en dirección al logro de la misión institucional, de acuerdo con las expectativas de la comunidad interna y de la sociedad en general. Algunos autores han identificado las siguientes dimensiones de este constructo: eficiencia, co-gobierno, eficacia y autonomía (ver Pérez de Roberti, 2001).

La gobernabilidad es una variable discreta que puede ser expresada en tres niveles o categorías (bajo, moderado y alto). Un nivel bajo de gobernabilidad supondría una gran anarquía entre los actores institucionales para la toma de decisiones, desobediencia a la normativa legal vigente, logro parcial de la misión y con bajo nivel de calidad e insatisfacción de las expectativas por parte de la comunidad. Por el contrario, un alto nivel de gobernabilidad implicaría consenso entre los actores para instrumentar las acciones y decisiones, respeto a la normativa vigente, logro de la misión institucional con calidad y alta satisfacción de las expectativas de la comunidad. Finalmente un nivel moderado de gobernabilidad implicaría situaciones intermedias entre los dos extremos antes mencionados.

Pérez de Roberti considera que existen tres tipos de factores asociados con los conflictos de gobernabilidad en las universidades nacionales, a saber: (a) factores intra-universitarios, representados por los grupos de poder, de presión o de interés interno, redefinición del marco legal de la autonomía y adecuación de la normativa legal a los tiempos actuales; (b) factores derivados de la relación interinstitucional, tales como los conflictos de carácter sindical de alcance nacional; y (c) factores externos, como son: los conflictos con el gobierno central, en relación con los ajustes salariales. Ella encontró en su estudio que, en el caso particular de la UCLA, existe un nivel de gobernabilidad moderada o aceptable.

No existen datos evaluativos confiables que nos permitan clasificar las universidades nacionales en función de sus niveles de gobernabilidad; no obstante, apreciamos bastante heterogeneidad al respecto. Es posible que la situación de la UCLA represente un caso modal en el contexto de las universidades nacionales, ya que se sabe que muchos de los factores asociados con los conflictos de gobernabilidad que se presentan en esta institución, también están presentes, en mayor o menor grado, en el resto de las universidades nacionales.

Democratización del Acceso a la Universidad

A partir de la década de los años 60, se observa un acentuado crecimiento de la matrícula universitaria, en el contexto de una política de ampliación de oportunidades educativas extensivas a todos los estratos de la población, lo cual respondía, por una parte, a la exigencias de consolidación de un nuevo proyecto político de carácter democrático representativo y, por la otra, a la reorientación de la estrategia económica en el marco del proceso de modernización del país (Hung y Gamus, 1988). Sin embargo, se observa, especialmente, a partir de la década de los años 70, que esta tendencia creciente de la demanda de educación superior ha continuado aumentado considerablemente, muy por encima de la oferta, hasta llegar a generar la crisis recurrente del cupo universitario que se aprecia anualmente en el país. Da la impresión que ha existido poco interés en los gobiernos de turno y en el sistema universitario mismo para ofrecer una solución adecuada y definitiva al problema.

Desempeño Docente del Profesorado

Como se desprende de la evolución histórica de la universidad venezolana, el énfasis fundamental de la acción universitaria ha estado primordialmente centrado en la actividad docente orientada hacia la formación de recursos humanos profesionales, cuyos niveles de calidad y pertinencia social son variables, de acuerdo con el tipo de universidad y carrera.

Algunos de los problemas que se observan en el desarrollo de la función docente, en la mayoría de las universidades públicas, son: (a) en el ingreso del personal: no siempre seleccionan los mejores profesionales para el ejercicio de la docencia, ya que en muchos casos los criterios no-académicos pesan más, en el momento de la decisión del jurado, que los requerimientos formales exigidos por la normativa universitaria; (b) la falta de programas de formación continua, especialmente en campo pedagógico, lo que trae como consecuencia un exagerado énfasis en la enseñanza tradicional, centrada en el profesor como fuente del conocimiento; también ello se refleja en los métodos de evaluación, los cuales parecieran estar más orientados a aplazar al estudiante que a determinar lo que éste realmente ha aprendido y a identificar sus posibles problemas en el proceso de aprendizaje; (c) falta de transparencia en el proceso de ascenso del personal docente: en muchos casos este proceso es viciado y de antemano se sabe si el postulante ascenderá o no, dependiendo de sus conexiones con los grupos de poder en la universidad; y (d) falta de un programa de evaluación, que permita determinar la calidad del desempeño del profesor, así como sus necesidades de capacitación. El resultado de la evaluación docente podría servir como criterio para tomar decisiones sobre la remuneración diferencial del profesorado, diseñar programas de capacitación, para el mejoramiento continuo del personal docente o para excluir de la universidad a aquellos docentes incompetentes.

Calidad y Pertinencia del Egresado

El perfil del egresado de la universidad venezolana varía en calidad y pertinencia dependiendo del tipo de universidad y del área del conocimiento del que se trate. Hay universidades cuyos egresados son altamente demandados en el contexto nacional e internacional en carreras de corte tecnológico (ingeniería electrónica, de computación, de telecomunicaciones), lo cual habla por sí mismo de los niveles de calidad y pertinencia del egresado. No obstante, esa no pareciera ser la situación en que están la mayoría de la universidades. Antes, por el contrario, la impresión que se tiene es que el nivel de calidad es moderado con tendencia a deficiente y en muchas oportunidades con limitada o ninguna pertinencia social. En el caso de los egresados en Educación, por ejemplo, se sabe que un alto porcentaje de ellos tienen serias deficiencias en el dominio de las herramientas básicas de la cultura, como son la comprensión de lectura y expresión oral y escrita. Esta situación reviste una altísima gravedad, por el efecto exponencial que tiene, si tomamos en cuenta que son estos profesionales quienes tendrán en sus manos la formación básica de los niños venezolanos del presente.

El Desarrollo de la Investigación

La incorporación de la investigación en la universidad venezolana se desarrolla, de maneara progresiva, a partir del año de 1936, cuando se inicia un proceso de creación de centros e instituciones de investigación especializados, particularmente en la Universidad Central de Venezuela, y se formaliza la actividad de investigación mediante el establecimiento de normativas específicas que rigen esta función universitaria (ver De Venanzi, 1987).

La concepción de la investigación en la universidad, está orientada por un doble propósito: (a) mejorar de la calidad académica global, por la vía de la auto-evaluación institucional, en la cual la universidad se investiga a sí misma; y (b) crear nuevos conocimientos que serán enseñados, divulgados o utilizados en la resolución de problemas de las propias instituciones o de otros sectores de la sociedad.

La instrumentación y logro de los anteriores propósitos investigativos genéricos de la universidad, presenta limitaciones importantes en el contexto de la universidad latinoamericana, entre otras razones, por la ausencia de una cultura investigativa, apoyada en una visión compartida del valor estratégico de la investigación científica para el desarrollo sustentable del país.

La falta de consenso, entre los miembros de la comunidad académica, acerca de la orientación que debe tener la actividad investigativa en la universidad genera dos tipos de problemas:

1. En relación con los criterios para establecer las prioridades de investigación. Al respecto, se pueden apreciar dos tendencias claramente definida: (a) de orientación academicista, según la cual la investigación debe responder a los genuinos valores e intereses de la comunidad científica, representada por los profesores; y (b) de orientación utilitarista, la cual plantea que la investigación debe responder a las necesidades del entorno regional y nacional.

2. En relación con los criterios para asignar los recursos financieros para la actividad de investigación. En este caso, también se pueden apreciar diferentes posiciones en conflicto. Para algunos, la asignación de recursos a la investigación debe ser mínima y su acción fundamental debe estar referida a la docencia (pregrado y postgrado) y al cumplimiento de los ascensos que exige el escalafón. Para otros, la asignación de recursos a la investigación debe ser paritaria con la de docencia y su acción se concibe tan trascendental que se la confunde con la razón que justifica la existencia misma de la universidad.

Con respecto a lo anterior, se observan variantes en cuanto a la localización de la investigación en la estructura académica y el grado de su especialización; por ejemplo, algunos consideran que la función de investigación es inherente a la naturaleza del cargo de profesor universitario, en consecuencia, todos los docentes deben distribuir su tiempo de trabajo de tal manera que puedan atender, por igual, desde su Departamento o Cátedra, todas las funciones académicas (docencia, investigación y extensión). Otros piensan que la investigación es una función altamente especializada que requiere de un entrenamiento especial y una dedicación casi exclusiva de los docentes en los centros e institutos creados para tal fin.

En el caso venezolano, los dos enfoque anteriores coexisten por separado o de manera combinada. No obstante, se observa la presencia de dificultades ideológicas, conceptuales y de tipo metodológico que impiden o hacen más laboriosa la planificación de una política de investigación, particularmente en lo que se refiere a la definición y al establecimiento de un orden de prioridades para la asignación de los recursos. Por otra parte, se aprecian, también, posiciones divergentes en torno a la intensidad, localización y grado de especialización de la actividad investigativa, entre las diferentes instancias involucradas en el proceso de investigación universitaria, como son: la dirección del subsistema de educación superior, los Consejos Universitarios, los investigadores y la comunidad de profesores.

Los planteamientos anteriores nos permiten enfatizar la obligación que tiene la universidad de desarrollar la actividad investigativa en equilibrio e interacción con las demás funciones académicas que están establecidas en el Artículo 3 de la Ley de Universidades (1970). Dicha actividad debe estar orientada tanto en función de las necesidades internas de la institución como en consideración a las necesidades del desarrollo económico-social, científico-tecnológico y ecológicamente sustentable del país. Ello justifica la asignación de suficientes recursos, por parte del Estado, para el fortalecimiento y consolidación de dicha actividad. Esto debe ir acompañado de un programa de supervisión y evaluación permanente de la calidad, productividad y pertinencia de la investigación, a fin de tomar decisiones oportunas en relación con su mejoramiento continuo.

La Productividad Investigativa en la Universidad (PIU)

Esta puede ser entendida como la relación existente entre los productos de investigación obtenidos, en una unidad de tiempo determinada, sobre los insumos utilizados para lograrlo. Un criterio tradicionalmente utilizado para estimar la PIU consiste en relacionar el número de artículos publicados en revistas arbitradas dividido por el total de profesores que conforman la comunidad académica.

Aun cuando las universidades concentran la mayor proporción de investigadores del país, internamente representan una minoría de la planta académica. En el año de 1995, cuatro universidades nacionales concentraban más del 69 % de los investigadores del subsistema de educación superior. El número de investigadores acreditados en el PPI en estas universidades era el siguiente: UCV: 244; USB: 200; ULA: 164 y LUZ: 126 (Machado-Allison, 1996). Den tro de las universidades nacionales, la mayoría de los investigadores (37,4%) pertenece al área de Ciencias Médicas, Biológicas y del Agro; le siguen los que están en Ciencias Físicas, Químicas y Matemática con un 24%; Ciencias Sociales con un 20%; e Ingeniería, Tecnología y Ciencias de la Tierra, con un 18,6% (Vessuri, 1996). Esta tendencia se mantiene, aun cuando el número de investigadores acreditados ante el PPI paso de 1.218, en 1995, a 1.880 en 1998.

Pertinencia de la Extensión Universitaria

La función de extensión universitaria, es tan importante, en el marco global de la misión de la universidad de hoy, como lo son la producción de conocimientos, a través de la investigación, y la formación de profesionales competentes mediante la acción docente. Así lo consagra la Ley de Universidades vigente. Las actividades de extensión que se realizan actualmente en la universidad venezolana lucen rutinarias y descontextualizadas, con poco impacto real en la necesidades que los nuevos tiempos le plantean tanto a la comunidad interna como externa. En un entorno poco estable, de grandes transformaciones científico-tecnológicas y socio-culturales, como ocurre en el presente, se hace indispensable el rol mediador que debe jugar la extensión universitaria como factor de vinculación entre la universidad, los cambios del entorno y viceversa. Al respecto, Canestrari (2001) ha señalado que “la universidad actual debe ser ventana abierta para recoger del entorno sus diversas manifestaciones, inquietudes y problemática y puente de salida de la cultura y de la ciencia para la transformación de la realidad circundante (p. 55).

Eficiencia Administrativa

La universidad pública ha sido objeto de muchas críticas, durante las últimas décadas, por parte de diversos sectores de la sociedad venezolana, en relación con su eficiencia administrativa; algunas de ellas se describen a continuación:

1. La rigidez de la organización académico-administrativa, lo cual impide tener una más alta capacidad de respuesta para adaptarse a los nuevos cambios que plantea el entorno; por ejemplo, eliminación de carreras que ya no se justifican, incorporación de nuevos programas de formación profesional, tener un intercambio más fluido y cooperativo con el entorno (sector productivo, gobierno, organizaciones no-gubernamentales), lograr una mayor integración en el trabajo interdisciplinario intra e interfacultades, decanatos o departamentos.

2. La excesiva burocracia institucional. Existe consenso entre los planificadores universitarios en cuanto a que existe más personal del que se necesita para atender las diferentes funciones (académicas, administrativas, servicios) de la universidad, lo cual produce un sesgo en la distribución del presupuesto institucional, toda vez que la partida de recursos humanos, en la mayoría de las universidades consume más del 80 % de los recursos financieros asignados por el Estado.

3. La preeminencia de los criterios político-gremiales en la toma de decisiones universitarias. Tradicionalmente, las toma de decisiones en la universidad venezolana ha estado influenciada por los grupos políticos y organizaciones gremiales que hacen vida en estas instituciones. A partir de la década de los años 60, el liderazgo universitario estuvo bajo la hegemonía de los grupos izquierdistas en las universidades autónomas; mientras que en las experimentales ha prevalecido los grupos políticos afectos al gobierno de turno.

Esta práctica ha tenido una marcada influencia, por ejemplo, en la elección y/o designación de las autoridades universitarias, en las políticas de ingreso del personal docente, y en los procesos de admisión estudiantil. En la toma de decisiones en cada una de estas situaciones, por lo general, priva más el respaldo político y/o los convenimientos gremiales que la trayectoria académica del profesor o la calidad del estudiante. Ello ha hecho que no siempre se pueda contar con los mejores en el desempeño de las diferentes funciones de la universidad. Al respecto, resulta realmente caricaturesco, por ejemplo, observar actos en los que se gradúan doctores, pero quienes confieren los títulos no han logrado estas altas distinciones académicas.

4. El manejo de los recursos financieros. Como se sabe, el presupuesto de las universidades públicas es aportado, en más de un 95 %, por el Estado, de acuerdo con la formulación presupuestaria que cada una de estas instituciones hace anualmente y la metodología diseñada, a tales fines, por la Oficina de Planificación del Sector Universitario. Sin embargo, a pesar de los controles administrativos que se ejercen, por Ley, mediante las Oficinas de Contralorías Internas y demás organismos de control administrativos que hay en las universidades, no existe un sistema de evaluación financiera que permita determinar la eficiencia de los aportes presupuestarios.

Lo único que se sabe es que las universidades, en la mayoría de los casos, están insolventes con su personal, con los proveedores de los servicios de apoyo y con la dotación de materiales y equipos actualizados para el desempeño eficiente de las diferentes actividades académicas. Es necesario y conveniente, para las propias universidades, aclarar esta situación mediante el establecimiento de sistemas de rendición de cuentas a la comunidad universitaria y la sociedad en general.

Este sistema de rendición de cuenta debería formar parte de un proceso de evaluación institucional que permitiera, a partir de un registro permanente de información relevante, monitorear su desempeño sectorial y global, a fin de tomar decisiones fundamentadas oportunamente y rendir cuenta de su gestión ante la sociedad. Un sistema de evaluación universitaria debería dar cuenta de aspectos tales como: la calidad y pertinencia del egresado, la obsolescencia del currículo, la calidad del desempeño docente, la calidad de la investigación, la pertinencia de la extensión, la necesidad de formación académica en el personal, la calidad de gestión, la eficiencia en el uso de los recursos financieros y la calidad de los servicios de apoyo. Actualmente, el énfasis fundamental de las universidades, en cuanto a evaluación, está referido al rendimiento estudiantil.

LOS NUEVOS RETOS DE LA UNIVERSIDAD

Las nuevas realidades asociadas a la transición hacia el tercer milenio en el que se debe desempeñar la Universidad, se caracteriza por procesos de cambios acelerados e incertidumbre en todos los órdenes del acontecer humano. En esta etapa de transición la universidad debe atender tres retos fundamentales, a saber: frente al fenómeno mundial de la globalización, ante la preeminencia del conocimiento como recurso fundamental para impulsar el desarrollo y frente a la revolución de la información y la comunicación.

El Fenómeno de la Globalización

La globalización (o mundialización, como prefieren decir los franceses) puede ser entendida como un proceso particular de interrelación e integración progresiva de los países, a nivel planetario, producto del nuevo orden económico internacional y de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, con el propósito de intercambiar bienes y servicios.

La globalización es una manifestación, en grado sumo, del principio del libre comercio de la teoría económica del neoliberalismo, según la cual las relaciones comerciales, expresadas mediante la relación de la oferta y la demanda de bienes y servicios, sólo las regulas el mercado. Se asume que todos los países pueden competir en igualdad de condiciones. Al respecto, existen dos posiciones contrapuestas. En primer lugar, están los optimistas, quienes tienden a acreditar la idea de que la desregulación de los intercambios comerciales y la total libertad de mercado, producirán, inevitablemente, un mejoramiento universal del nivel de vida y darán lugar a sociedades más justas para todos. Esta es la visión de los países industrializados, tales como: USA, Unión Europea y Japón.

Por otro lado están quienes tienen serias dudas sobre las supuestas bondades de la economía globalizada. Al respecto, Cassen (1997) señala que lejos de reducir las desigualdades, la globalización de los intercambios las acrecienta, tanto entre naciones, como dentro de ellas. El agrega que en los llamados países ricos, nadie discute la cada vez mayor polarización de los ingresos y de la riqueza, la cual se produce incluso dentro de los mismos países.

Pese a que de la globalización se ha destacado fundamentalmente su dimensión económica, dicho fenómeno no se agota en las relaciones comerciales abiertas, sin fronteras entre los países, sino que trasciende a lo político, social y cultural entre los mismos. Mato (1995) considera que la globalización contribuye al aumento y diversificación de los flujos migratorios; difusión del uso de nuevas tecnologías de procesamiento de textos, imágenes visuales y sonidos; densificación de las redes de comunicación de datos y de los medios de difusión masiva de información; nuevas redes mundiales de relaciones gubernamentales y no-gubernamentales; mercantilización de símbolos étnicos; politización global de la etnicidades y del ecosistema.

Pese a lo evidentemente controversial del fenómeno de la globalización, ella está en proceso y, todo parece indicar que, no se trata de una moda o de un hecho pasajero. Ella existe y es independiente de que nos guste o no. Es necesario concientizarnos de su presencia, aprovecharnos de sus ventajas para avanzar en nuestro proceso de desarrollo y anticipar las soluciones adecuadas a los aspectos indeseables de la misma, los cuales no se pueden obviar.

La Sociedad del Conocimiento

La etapa de transición que hemos estado vivenciado desde finales del siglo pasado ha sido percibida por distintos autores desde diferentes ángulos, lo cual ha llevado a identificarla con diferentes denominaciones, Así, en el aspecto filosófico-cultural, ha recibido el nombre de postmodernidad (Lyotard, 1984), en cuanto a la evolución de la sociedad mundial y el desarrollo tecnológico, Toffler (1995) la ha llamado la época de la Tercera Ola; mientras que otros han enfatizado el aspecto productivo, como es el caso de Drucker (1994), quien ha bautizado este período histórico de la humanidad como sociedad postcapitalista o sociedad del conocimiento.

Con la denominación de sociedad del conocimiento se quiere reconocer, en esta época, la importancia de desarrollar la habilidad de poder procesar información, integrarla significativamente a la estructura previa de conocimiento a fin de generar nueva información y resolver problemas de diferentes naturaleza. Los expertos en planificación económica, consideran que el desarrollo económico está cada vez más asociado a la habilidad de un país para adquirir y aplicar conocimientos técnicos y socioeconómicos. En tal sentido, consideran que las ventajas comparativas de los países cada vez provienen menos de la disponibilidad de recursos naturales en abundancia y de la mano de obra barata, y cada día más de las innovaciones tecnológicas y del uso competitivo del conocimiento. En este sentido, Samil (2001) considera que “hoy en día, el desarrollo económico es tanto un proceso de acumulación de conocimientos, como de acumulación de capital. Se estima que las compañías dedican un tercio de sus inversiones a intangibles basados en conocimiento, como capacitación, investigación y desarrollo, patentes, licencias, diseño y mercadería” (p. 3).

Drucker (1999) ha insistido en la necesidad de prestar atención a la productividad del conocimiento, llegando a considerar que éste constituye la única ventaja competitiva real de las empresas. De allí que sostenga que “el aporte más importante que la gerencia necesita hacer en el siglo XXI es, análogamente, elevar la productividad del trabajo del conocimiento y de quien trabaja con él” (p. 191)

La Revolución de la Información y la Comunicación

El desarrollo alcanzado, en las últimas décadas, en los campos de la elecrónica, telecomunicaciones, las tecnologías de satélites y la informática han hecho posible la interconexión de los países a nivel planetario. Prácticamente se han eliminado las barreras logísticas a la accesibilidad a la información y la comunicación entre las personas, las instituciones y los países. Hoy día se ha llegado a considerar que la revolución de la información y la comunicación es comparable a la invención de la imprenta en el siglo XV, en el sentido de que nuevamente está cambiando la capacidad de acumular, transmitir y aplicar información.

El alto desarrollo logrado en las tecnologías de la información y la comunicación ha impacto de tal forma a la sociedad contemporánea que está transformando de manera acelerada la forma en que la gente trabaja, vive y se relacionan. Al respecto, Fernández-Aballí (2000) ha expresado que:

La revolución de la información, va a modificar de forma permanente la educación, el trabajo, el gobierno, los servicios públicos, el mercado, las formas de participación ciudadana, la organización de la sociedad y las relaciones humanas, entre otras cosas. El panorama tecnológico y, consecuentemente, industrial, social, económico y cultural de la “Era de la Información “ será cada vez más sustentado por el conocimiento intensivo, asociado a las tecnologías de información. Y es muy posible que, bajo esta matriz, se encuentre la mayor parte de los productos y servicios del futuro capaces de producir riquezas y empleos (p. 253).

Todo lo anterior pone de manifiesto la importancia y trascendencia que la revolución de la información y la comunicación tiene actualmente y en el futuro previsible para el desarrollo de la nueva sociedad, en la cual se espera que la universidad juegue un rol protagónico, de liderazgo proactivo, que contribuya a crear los mecanismos y herramientas para la sobrevivencia en esta época de grandes transformaciones sociales de la humanidad.

El cambio paradigmático a que conlleva el proceso de transformaciones en las que nos encontramos inmersos actualmente, tiene importantes implicaciones que deben ser consideradas por la universidad en su proceso de reforma. Estas son de cuatro tipos:

1. Axiológicas, en tanto que supone el surgimiento de una nueva escala de valores que reivindique la necesidad de la convivencia humana en un mundo de solidaridad, bienestar social y paz.

2. Epistemológicas, en el sentido de la consideración de nuevas formas de producir el conocimiento, distintas a las del modelo clásico legado por la modernidad.

3. Ontológicas, en cuanto a la concepción del tipo de hombre que demandan los nuevos tiempos, el cual debería tener algunas de las siguientes características: una visión sistémica de la realidad (todo está relacionado con todo), la posibilidad de pensar globalmente y actuar localmente, capacidad autocrítica, autogestionario, con habilidad para aprender permanentemente, posibilidad de combinar el pensamiento lógico con la creatividad, capacidad para transferir lo aprendido, pensamiento imaginativo y visualización, control emocional y comunicación generativa.

4. Gerenciales, en el sentido del desarrollo de un nuevo paradigma empresarial fundamentado en el aprendizaje organizacional, el conocimiento como el principal recurso que agrega valor al sistema productivo, la competitividad y la cooperación mutua. Estos cambios exigen no sólo adaptarse a una nueva situación, sino prepararse para vivir en un equilibrio inestable; es decir, en un proceso de adaptación permanente a las exigencias de un entorno cambiante y caótico (ver Ruiz Bolívar, 2000).

NECESIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN UNIVERSITARIA

Ante la situación que hemos venido describiendo en este trabajo, la pregunta obligada es ¿Qué debería hacer la universidad para enfrentar con éxito los nuevos retos que plantea la realidad económica, social, política y científico-tecnológica del siglo XXI? Y la respuesta, casi obligada es: la universidad debe cambiar, si quiere sobrevivir. Sobre esta aseveración existe un consenso casi universal, como se desprende de las diferentes consultas internacionales realizadas por la UNESCO (1998) con relación a este tema. Pero, cuál es el tipo de cambio que debería adoptar la universidad. Al respecto, se podrían analizar dos posibles escenarios: uno, referido a cambios, simples y superficiales (o cosméticos), donde se mueven cosas para que todo quede igual; y dos, cambios sustantivos y profundos, conducentes a una verdadera transformación de las estructuras universitarias, en función de una revisión actualizada y actualizable de la visión y la misión institucional.

Escenario 1:

Cambios superficiales.

En esta perspectiva se podría anticipar que la universidad adoptaría algunos de los siguientes procedimientos, decisiones y acciones: se sometería a un largo proceso de auto-evaluación para tomar decisiones sobre cambios que son obvios, por ejemplo, mejorar la planta física, actualizar los planes de estudio de las carreras, diseñar nuevas carreras, mejorar el desempeño de los docentes, mejorar la infraestructura académica, actualizar la normativa interna, mejorar la gestión gerencial y la eficiencia del gasto, entre otros.

Escenario 2:

Cambios estructurales.

En esta segunda hipótesis se aspira que la universidad se someterá a un proceso de cambio planeado, con una visión de largo aliento, pero con objetivos y metas de corto y mediano plazo. Esto supone poner en marcha un verdadero proceso de reingeniería, en procura de: (a) transformar su cultura organizacional (valores, creencias, actitudes, comportamientos); (b) incorporar progresivamente el recurso de las NTIC a las diferentes actividades de la universidad (docencia de pre y postgrado, investigación, extensión y educación continua, gestión administrativa); (c) adoptar enfoques instruccionales novedosos, con énfasis en el desarrollo de competencias profesionales, habilidades para la resolución de problemas y para el aprendizaje permanente; (d) utilizar el enfoque de programas y proyectos, como estrategia de desarrollo organizacional; (e) enfatizar el desarrollo de la función de la investigación en áreas estratégicas para el desarrollo regional y nacional con un enfoque multidisciplinario y en cooperación con otras instituciones académicas y del sector productivo; (f) mantener un programa de mejoramiento permanente de la calidad del personal académico; (g) implantar un sistema de evaluación institucional que permita monitorear y controlar la calidad de los procesos académico-administrativos a fin de tomar decisiones pertinentes y oportunas.

En este segundo escenario se espera que la universidad hará un gran esfuerzo por apoyar su gestión al máximo en el uso de las NTIC en un enfoque virtual. En el contexto de la educación superior, Silvio (2000) considera que la virtualización puede ser entendida como la representación de procesos y objetos asociados a actividades de enseñanza y aprendizaje, investigación, extensión y gestión, así como objetos cuya manipulación permite al usuario realizar diversas operaciones a través de INTERNET, tales como aprender mediante la interacción con cursos electrónicos, inscribirse en un curso, consultar documentos en una biblioteca electrónica, comunicarse con estudiantes, profesores y otros.

No obstante lo anterior, es importante tener presente que, más allá del aspecto tecnológico, la fundamentación de la transformación universitaria, depende básicamente de: (a) la visión compartida que tengan los miembros de la comunidad académica acerca de un nuevo modelo universitario que responda a las expectativas de cambio a que aspira dicha comunicad, así como la sociedad global; (b) el compromiso para su instrumentación, asumido por los diferentes actores institucionales, orientados por genuinos valores académicos; y (c) las acciones estratégicas emprendidas por el liderazgo universitario, como responsable de guiar el proceso de transformación.



BIBLIOGRAFÍA

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