domingo, 9 de enero de 2011

La Universidad y la Formación Humana Integral



Una aproximación entre las Humanidades y la Ciencia

Elsa Beatriz Acevedo Pineda

"Yo he creído siempre en la posición humanista, porque creo que definitivamente debe existir un humanismo heroico que permita entender, en el que hay comprensión de las cosas, respeto, a los seres y a la solidaridad humana, por encima de cualquier mito político. Un humanismo heroico en el cual los seres nos respetemos nos amemos y nos ayudemos; esa ha sido y seguirá siendo mi norma"
Manuel Elkin Patarroyo


Frecuentemente cuando se debaten y analizan los aspectos relacionados con la formación integral, automáticamente las miradas se vuelven hacia los centros de educación superior. Esto es apenas lógico, si consideramos que sobre las universidades ha descansado en gran parte la responsabilidad de entregar el conjunto de profesionales habilitados para desempeñarse con eficiencia tanto en el terreno teórico como práctico.

Ateniéndonos a lo anterior vale la pena recordar una muy interesante reflexión que al respecto hiciera el filósofo Luis Enrique Orozco cuando afirmaba que:

La universidad representa aquel espacio para la búsqueda del conocimiento, la libertad de pensamiento, la excelencia, la posibilidad de crítica, de diálogo dentro de un clima científico de honestidad intelectual. Esta visión de la universidad contextualizada, enfocada y sintonizada dentro del más amplio concepto de desarrollo humano, de plano se contrapone a aquella que solo ve en ella una máquina para producir profesionales(1).

Indudablemente la reflexión del Doctor Orozco es de gran valor para nosotros, por cuanto plantea el desarrollo humano integral como la formación de recursos humanos aptos para manejar la ciencia, la tecnología y en general los saberes con criterios éticos, morales y humanistas. Consiste en formar al hombre antes que al profesional que cada sociedad requiere, como fin primordial de la formación universitaria, y para su cumplimiento a cabalidad debe entre otras cosas:

1. Representar ese espacio de reflexión por excelencia en la búsqueda del saber porque una de las tareas fundamentales que le concierne a la universidad latinoamericana es la producción de conocimientos que impliquen valores tanto teóricos como prácticos encaminados al bienestar generalizado de la población. Dichos conocimientos deben basarse en la más intensiva tarea de endogenización de la ciencia y su aplicación en el plano tecnológico, social y ambiental tendientes a superar las barreras de la marginalidad en la producción de saberes, los que debidamente apropiados pueden representar un aporte significativo al conocimiento mundial y a la superación de la estructura del subdesarrollo.

Este hecho de por si presupone la consolidación de una serie de procesos tanto económicos, políticos como socio-culturales, que necesariamente deberán estar acompañados por un cambio radical en nuestro tradicional paradigma educativo, que evidentemente ha venido confundiendo información con formación.

De otra parte, las naciones avanzadas y aún los países de reciente industrialización (NICS), han demostrado que la elevación en los niveles de calidad de la educación se traduce inevitablemente en una importante ventaja comparativa para el país que decida colocar "la inversión en gente" como prioritaria con miras a alcanzar el anhelado desarrollo.

2. En cuanto a la búsqueda de la libertad de pensamiento se refiere, podemos afirmar que a nuestro modo de ver, ella representa un factor fundamental en el proceso de formación integral, al contribuir a la conformación y consolidación de una cultura democrática, de la tolerancia y del respeto por las ideas ajenas, como única forma de sobrevivir en nuestras convulsionadas sociedades.

Presupone además, como se ha dicho la formación no del profesional que el mercado requiere sino del ser humano que la sociedad necesita. Armado de una ciencia profundamente humanista y de una conciencia social que le permita transformar creativamente su entorno hacia verdaderas metas de desarrollo humano sostenible.

3. La búsqueda de la excelencia; en este sentido se podría escribir un verdadero tratado, pero por razones de tiempo y de espacio nos limitaremos a considerar la excelencia como aquella potencialidad orientada a "la formación de ganadores y no de perdedores". En otras palabras la excelencia concebida como factor de formación integral tiene el cometido de preparar a un individuo capaz de asumir su rol de liderazgo en los procesos de cambio que se avecinan para nuestras sociedades, consideradas como espacios geopolíticos estratégicos para el siglo XXI. Por tal razón la enajenación, la falta de identidad y de autenticidad así como el temor de asumir el compromiso de modernización y modernidad deben dar paso a la producción de conocimientos completamente liberadores en el sentido estricto de la palabra.

4. En cuanto a la posibilidad de crítica se refiere, consideramos que la educación a través de una verdadera formación integral debe contemplar la crítica y la autocrítica como un interesante y permanente ejercicio intelectual de decantación científica e ideológica, a través del cual se interiorizan las externalidades, con el rol de cumplir su verdadero fin de ente transformador y enriquecedor del pensamiento social en su conjunto. Es de resaltar además, que la crítica cumple su cometido de transformación creativa cuando es objetiva por principio y constructiva como fin.

De otra parte es imposible esperar esta actitud de crítica constructiva frente a la sociedad y en forma específica frente a la educación de quienes no asumen el compromiso de la transformación humanista-creativa de su entorno. A lo anterior se suma el hecho, que en nuestras sociedades la educación sobrevive a la adversidad de un medio preocupado más en el logro del crecimiento meramente económico que en el verdadero desarrollo humano integral, por lo cual continua siendo una cenicienta más en el conjunto de prioridades nacionales.

Por lo tanto una universidad contextualizada, enfocada y "sintonizada" representa el ideal para nuestros países tan golpeados por el preocupante descenso en la calidad de vida de la mayoría de su población. En este sentido la universidad debe traducir cuanto antes los problemas en soluciones.

Además de la formación a nivel superior es necesario reconocer la existencia de otras etapas que intervienen con igual o mayor responsabilidad en el proceso de lo que se denomina formación integral, nos referimos a los niveles de la educación primaria y secundaria, así como a otras fuentes de conocimientos adquiridos de manera no formal. Así los niveles que anteceden a la educación universitaria son vitales en la consolidación de un verdadero perfil creativo-investigativo del ser humano, por lo tanto las raíces de nuestro atraso en la producción de conocimientos de frontera, no descansa en su totalidad en la formación universitaria, afirmarlo sería demasiado simplista, debido a que sus raíces se remontan a la formación más temprana a partir de la cual se debe comenzar a consolidar una mentalidad abierta al conocimiento y a la investigación.

De otra parte, no podríamos desconocer la cuota de responsabilidad social que en todos estos procesos recae sobre el Estado, al cual le atañe el compromiso de impulsar en todo momento el desarrollo integral de la sociedad, sobre todo en lo concerniente a los aspectos de ciencia, tecnología y desarrollo humano. Claro está que: "Para ello es necesario que Colombia se transforme en un país económica y culturalmente más competitivo y justo, y esto implica incrementar sus niveles de ciencia y tecnología, transformar sus sistemas jurídico, político y económico, pero ante todo de reeducar a su gente(2).

Así el apoyo estatal debe encaminarse en todo momento a fomentar y consolidar una mentalidad nueva, democrática y profundamente transformadora con respecto a nuestro entorno. Precisamente esta percepción realista del mismo representa el aspecto vital de la denominada educación integral, refiriéndonos a ella como a la consolidación de saberes tanto de orden teórico como práctico encaminados al enriquecimiento del mundo espiritual y material de la sociedad.

Nos atrevemos a afirmar que una educación de éstas características se identifica con lo que muchos intelectuales latinoamericanos han venido describiendo como educación liberadora, o alternativa, en el sentido en que debe propender en todo momento por una nueva interpretación científica de nuestras realidades, presentando al mismo tiempo propuestas coherentes con su transformación. Por lo tanto la educación debe orientarse hacia un nuevo modelo de desarrollo científico, técnico, humanista y de sostenibilidad ambiental.

Una concepción de estas características, como es lógico, choca con la visión estática, tradicional e inamovible de la ciencia, la sociedad y el pensamiento pero como ya lo afirmáramos, representa la única alternativa que se vislumbra para el futuro de nuestras sociedades en lo que respecta a sus patrones formativos dentro de los criterios humanísticos. Esto exige naturalmente el compromiso humanista de la ciencia así como un amplio proceso de apertura ideológica y democrática en todas y en cada una de nuestras sociedades dependientes.

En este orden de ideas encontramos en la formación integral el punto donde se fusionan una serie de elementos de alta complejidad que de una u otra forma comprometen tanto los aspectos socioeconómicos como los de índole superestructural, entorno a los cuales se tejen una serie de variables inmersas en la historicidad típica de cada nación. Este hecho de por si exige a la educación asumir la responsabilidad que le corresponde en la transición histórica que se avecina. Porque como afirma el Doctor Orozco: Una universidad descontextualizada transmite una imagen descontextualizada. Esto indica una vez más que como centro de educación superior ella esta sujeta al entorno hacia el cual enfoca su discurso y no al margen de él. Siendo por lo tanto su objetivo inmediato modificarlo basándose para ello en el humanismo científico como ente formador de valores. Resultaría ilógico que la institución universitaria no abordara el problema de la formación integral como uno de los objetivos centrales que su misión implica para el futuro.

Si nos ubicamos en nuestra realidad observamos que en el caso de Colombia, así como en los demás países tercermundistas enfrentamos en la actualidad una serie de conflictos producto de la cadena de valores subdesarrollantes, en donde la violencia y el individualismo se han venido aceptando en forma por demás peligrosa, porque: "Colombia actualmente se halla en un umbral histórico crítico; puede superar el ser un país en vías de desarrollo, pero sólo si se empeña colectivamente en cambiar las estructuras del sistema que impide realizar su potencial creativo y civilizador"(3).

En este sentido reconocemos en la aproximación entre la formación humanista y la científica la llamada a producir soluciones para una sociedad enferma en el fondo de sus valores más significativos. No obstante debemos reconocer que dicha aproximación aún esta muy por debajo de nuestras verdaderas expectativas.

Lo peor de todo esto es que, lamentablemente se trata de crisis inmersas en la misma historicidad de nuestro desarrollo típicamente dependiente. La ciencia y su enfoque humanista se deben imponer entonces la tarea de formar un hombre con posibilidades y potencialidades de intervenir en el futuro a través de la práctica social de sus conocimientos.

Remarcamos que en las sociedades en crisis como la nuestra la educación y las posibilidades de un humanismo científico son realmente difíciles de alcanzar, máxime cuando tradicionalmente se ha venido reproduciendo la decadencia de otras. Así en el seno de las sociedades tercermundistas, como resultado de los patrones de dependencia cultural tan característicos en nuestro medio subdesarrollante la aproximación entre las ciencias y las humanidades enfrenta serios obstáculos máxime cuando el paradigma tecno-económico se nos impone como la panacea para todos nuestros males.

En consecuencia la aproximación entre la ciencia y las humanidades exige una serie de precondiciones entre las cuales conviene destacar la necesidad de cambiar conceptos, actitudes, teorías y aún nuestra visión individualista y estrecha del mundo, producto de la imposición de paradigmas descontextualizados tanto en lo concerniente a la esfera de la producción material como en la de conocimientos de amplio beneficio social.

Debemos despertar ante una realidad completamente nueva, tomando conciencia de que nuestras naciones no solo pueden sino que deben participar en condiciones diferentes en el desarrollo mundial a través de la aplicación de un verdadero humanismo científico.



Bibliografía

LLINAS R., Rodolfo. Ciencia, educación y desarrollo. Colombia: Al filo de la oportunidad. Informe Conjunto Misión, Ciencia, Educación y Desarrollo. Presidencia de la República, Consejería para la Modernización del Estado. Colciencias. Santafé de Bogotá, 1994.

OROZCO, Luis Enrique. Conferencia Ciencia, Tecnología y Desarrollo Humano. Universidad Tecnológica de Pereira. Pereira, Octubre de 1994.

ROMERO, Flor y PATARROYO, Manuel Elkin. Un nuevo continente de la ciencia. Tercer Mundo Editores - El Navegante Editores. Santafé de Bogotá, 1994



Notas

(1) OROZCO, Luis Enrique. Conferencia Ciencia, Tecnología y Desarrollo Humano. Universidad Tecnológica de Pereira. Pereira, Octubre de 1994.

(2) LLINAS R., Rodolfo. Ciencia, educación y desarrollo. Colombia: Al filo de la oportunidad. Informe Conjunto Misión, Ciencia, Educación y Desarrollo. Presidencia de la República, Consejería para la Modernización del Estado. Colciencias. Santafé de Bogotá, 1994. pág. 12.

(3) LLINAS R., Rodolfo. Op. cit. pág. 11.

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